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DOGS IN THE CITY
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\r\n Este para mí ha resultado ser uno de los proyectos más divertidos y entretenidos de hacer y de un resultado, desde mi punto de vista, francamente simpático. Al mismo tiempo este proyecto sirve para reflejar varias realidades como: la gran cantidad de perros que viven en una ciudad, la elección por parte de una gran parte de la población de las ciudades de tener una mascota, un amigo que te sea fiel y te quiera y al mismo tiempo del que cuidar así como las imprescindibles normas higiénicas, de orden y seguridad, que los diferentes ayuntamientos deben tomar al respecto. Solamente en la ciudad de Praga, que tiene una población aproximada de 1.200.000 habitantes, se calcula que viven unos 120.000 perros, es decir, uno de cada 10 habitantes tiene un perro. Tomando como ejemplo Praga creo que, aunque dependiendo bastante de los barrios, se ha llevado a cabo en esta ciudad una buena labor a la hora de controlar la más de una tonelada de excrementos que estas mascotas producen diariamente, aunque claro está que, por muchas facilidades que des a los propietarios de recoger las “caquitas” de sus amigos, hay que contar con el civismo de éstos mismos. Encontramos en muchos lugares los postes con bolsas para recoger y limpiar los excrementos y el no hacerlo, aparte de ser multable, sería simplemente por dejadez y no por dificultad de encontrar uno de estos envoltorios o por no habérselo previamente llevado desde su casa en el bolsillo. Asimismo hay papeleras especiales para depositar estas bolsitas. También hay señales por toda la ciudad indicándonos donde no pueden entrar los perros (como en algunos jardines o parques infantiles) o donde sí lo pueden hacer pero solamente atados o atados y con bozal. Igualmente atados y con bozal tendrán que ir para poder viajar en el transporte público, además de comprar un billete de transporte.\r\n Cuántas veces hemos escuchado el comentario de: ¿Has visto como se parece el dueño al perro? O viceversa… Y… me pregunto ¿Existe una relación? ¿Existe una similitud? Pues creo que sí. Si yo pudiese elegir un perro para vivir conmigo (que no puedo, por pasarme casi la mitad del año fuera de casa) seguro que lo elegiría en base a mi carácter y gustos si bien la “necesidad” también jugaría un rol importante a la hora de elegir uno: “no puedo pensar en razas grandes porque mi piso es pequeño y le faltaría espacio vital” o “no puedo tener un perro nervioso o con demasiada vitalidad porque ladraría mucho y tengo vecinos con tendencia a las quejas de todo tipo”. Pero aun y así, con estas limitaciones, escogería un perro de tamaño mediano (no pequeño), de carácter tranquilo (pero no tonto), que le gustara la gente e interactuar con ella (sin pasarse de zalamero), que no fuera receloso o malhumorado sino propenso a sentirse feliz en medio de mucha gente (es el hábitat que tiene una ciudad). Prefiero más uno feito pero simpático que uno precioso pero gruñón. Es decir que sí existiría una relación entre el perro y el dueño pues son, en un cierto grado, un reflejo en la forma de ser (o querer ser) uno del otro.\r\n Como empezaba diciendo, creo que el resultado de DOGS IN THE CITY es, cuando menos, un resultado simpático y en el que he buscado y encontrado a veces esa similitud entre ambos, pero no solo eso. Más allá de la “posible comparación” que se pueda hacer de ellos dos, he buscado básicamente poder mostrar el “paralelismo que se ha creado en la vida de esos dos seres”, la “unión de por vida que se ha establecido entre ellos dos” y porque no, la necesidad de apoyo y amistad entre ambos : )
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